viernes, marzo 24

Luz que nunca se extingue


Te equivocas, sin duda. Alguna vez alcanzan tus manos el milagro; en medio de los días indistintos, tu indigencia, de pronto, toca un fulgor que vale más que el oro puro: con plenitud respira tu pecho el raro don de la felicidad. Y bien quisieras que nunca se apagara la intensidad que vives.
Después, cuando parece que todo se ha cumplido, te entregas, cabizbajo, a la añoranza del breve resplandor maravilloso que hizo hermosa tu vida y sortilegio el mundo. Tu error está en creer que la luz se termina.
Al cabo de los años he llegado a saber que en la naturaleza del milagro se funden lo fugaz y lo perenne.
Tras su apariencia efímera, el relámpago sigue viviendo en quien lo vio.
Porque su luz transforma y ya no eres el hombre aquel que fuiste antes de que en tus ojos, de que en el fondo oscuro de tu ser fulgurase. No, la luz no se acaba, si de verdad fue tuya. Jamás se extingue. Está ocurriendo siempre.
Mira dentro de ti, con esperanza, sin melancolía.
No conoce la muerte la luz del corazón.
Contigo vivirá mientras tú seas: no en el recuerdo, sino en tu presente, en el día continuo del sueño de tu vida.
Eloy Sánchez Rosillo (España, 1948)

Angel crashed


This delicate porcelain angel fell
from my clumsy hands
and tumbled down,
succumbing to gravity's appetite.

Her dainty wings did not flutter
because they are useless ornate things
meant to make her appear docile
and ethereal.

My angel crashed and lay battered
on the cool tile floor.

Her wings had snapped off
from her fall to my world,
and now she is an ordinary being
like me.

Her smile is still plastered on
but the truth of her feathered freedom
is buried in the trash
and I know she will never forget
the wings she never bothered to use.

mizpah

miércoles, marzo 15

Bella y oscura


El amor no es sino la acuciante necesidad de sentirse con otro, de pensarse con otro, de dejar de padecer la insoportable soledad del que se sabe vivo y condenado.
Y así, buscamos en el otro no quien el otro es, sino una simple excusa para imaginar que hemos encontrado un alma gemela, un corazón capaz de palpitar en el silencio enloquecedor que media entre los latidos del nuestro, mientras corremos por la vida o la vida corre por nosotros hasta acabarnos.

Rosa Montero (España, 1951)

martes, marzo 14

Twins apart


Life believing its own death,
Love trusting its own deceit,
Desire dreaming its own lack... yet,
The time isn't right, nor the space
or the Light...

Another Gemini was lost between lives,
for it is God's will
not living what I want,
divine will of mine
still, is to hope for the day you arrive...

Thank you, my sweet Sylphide,
for being dreamt by me,
and been cherished by my heart...

mizpah

lunes, marzo 13

Las siete


Cuando uno sale a la calle, cuando uno se deja ir por la calle, en una tarde de domingo, cuando uno ve a estos hombres, a estas mujeres, a estos niños, que van y vienen interminablemente por el cauce de la calle, cuando uno borra la humanidad y piensa y ve sólo a los ángeles de la guarda de estas gentes, paseándose solícitos, calle arriba, calle abajo, cuando uno mira la inmensa población de un futuro cementerio... ¡Qué indefinible tristeza!Cuando uno escucha las palabras casi sin sentido que surten de miles de labios y que se van, sin orden, amontonando en el aire, las palabras como insectos que liban en miles de orejas ambulantes, las palabras que se disuelven, como olas, sobre la playa de la tarde, adelgazando, trocándose en espuma, en humedad, en nada.
Y qué tristeza finísima, qué sombra, qué aire de tristeza, cuando uno piensa que es imposible comparar a estos seres que se agitan con las nubes que circulan por las calles del cielo, o con el ir y venir del viento entre las hojas de los árboles.
Y sobre todo, qué inmenso desconsuelo cuando uno se da cuenta de que estas tristes reflexiones en torno a estas criaturas que giran en la tarde lo han convertido a uno en alguien infinitamente abandonando, en alguien que, desde el otro lado del tiempo, escucha, lleno de soledad, el fragor de éste monótono rebaño de corazones.
Alfonso Canales (España, 1923)
Tristeza
Col. del Carmen Coyoacán

lunes, marzo 6

¿Donde está Dios aunque no exista?



¿Dónde está Dios, aunque no exista? Quiero rezar y llorar, arrepentirme de crímenes que no he cometido, disfrutar de ser perdonado por una caricia no propiamente maternal.
Un regazo para llorar, pero un regazo enorme, sin forma, espacioso como una noche de verano, y sin embargo cercano, caliente, femenino, al lado de cualquier fuego…Poder llorar allí cosas impensables, faltas que no sé cuáles son, ternuras de cosas inexistentes, y grandes dudas crispadas de no sé qué futuro…Una infancia nueva, un ama vieja otra vez, y una cama pequeña donde acabe por dormirme, entre cuentos que arrullan, mal oídos, con una atención que se pone tibia, de rayos que penetraban en jóvenes cabellos rubios como el trigo…
Y todo esto muy grande, muy eterno, definitivo para siempre, de la estatura única de Dios, allá en el fondo triste y somnoliento de la realidad última de las cosas…Un regazo o una cuna o un brazo caliente alrededor de mi cuello…Una voz que canta bajo y parece querer hacerme llorar…El ruido de la lumbre en el hogar… Un calor en el invierno… Un extravío suave de mi conciencia… Y después, sin ruido, un sueño tranquilo en un espacio enorme, como la luna rodando entre estrellas…
Cuando coloco en un rincón, con un cuidado lleno de cariño –con ganas de darles besos- mis juguetes, las palabras, las imágenes, las frases – ¡me quedo tan pequeño y tan inofensivo, tan solo en un cuarto tan grande y tan triste, tan profundamente triste…!
Después de todo, ¿quién soy yo cuando no juego? Un pobre huérfano abandonado en las calles de las sensaciones, tiritando de frío en las esquinas de la Realidad, teniendo que dormir en los escalones de la Tristeza y que comer el pan regalado de la Fantasía. De un padre sé el nombre; me han dicho que se llama Dios, pero el nombre no me da idea de nada. A veces, de noche, cuando me siento solo, le llamo y lloro, y me hago una idea de él a la que poder amar… Pero después pienso que no le conozco, que quizás no sea así, que quizás no sea nunca ese padre de mi alma…
¿Cuándo se terminará todo esto, estas calles por las que arrastro mi miseria, y estos escalones donde encojo mi frío y siento las manos de la noche entre mis harapos? Si un día viniese Dios a buscarme y me llevase a su casa y me diese calor y afecto… Pero el viento se arrastra por la calle y las hojas caes en la acera… Alzo los ojos y veo las estrellas que no tienen ningún sentido… Y de todo esto apenas quedo yo, un pobre niño abandonado…
Tengo mucho frío. Estoy tan cansado en mi abandono.
Vé a buscar, oh Viento, a mi Madre.
Llévame por la Noche a la casa que no he conocido…
Vuelve a darme, oh Silencio, mi alma y mi cuna
y la canción con que dormía.

Fernando Pessoa (Portugal, 1888-1935)