sábado, abril 22


Fe lunar Posted by Picasa
Centro de Coyoacán

El papel blanco duro espejo


El papel blanco duro espejo sólo devuelve eso que fuiste.

El papel blanco duro espejo habla con tu voz, tu propia voz, no aquella que te gusta, tu música en la vida esa que derrochaste.

Puede que no vuelvas a ganar si lo deseas, si te clavas a esa cosa indiferenteque te lanza atrás, ahí dónde empezaste.

Viajaste, muchas lunas viste, muchos soles, tocaste muertos y vivos,sentiste el dolor del bravo mozo y el gemido de la mujer, la amargura del niño inmaduro, cuanto has sentido se derrumba sin sustentos si a éste vacío no te fías.

Quizás ahí encuentres cuanto creíste perdido, el brote de la juventud, el justo naufragio de la edad.

Tu vida en cuanto diste, este vacío es cuanto diste,
el blanco papel duro espejo que te lo escribe y refleja...

Giorgos Seferis (Grecia, 1900-1971)

domingo, abril 16


Permíteme morir... no me revivas con tu fantasma, permíteme morir que una vida llena de muerte me espera... permíteme morirte en mis dendritas, permíteme clavar el silencio en una hoja de papel... permíteme morir porque la vida en, con y sin ti está igual de muerta... ofréndame tu silencio y tu distancia que solo así el dolor que procuraste en mí, podrá persistir como tu mirada final lo quiso... permíteme morir...
eric

martes, abril 11

Instrucciones para llorar


Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza.

El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.

Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.

Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro.

Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto.

Duración media del llanto, tres minutos.

Julio Cortázar (Argentina, 1914-1984)

domingo, abril 9


Atlántida Posted by Picasa
Tajín

sábado, abril 8

Tears of faith


De un tiempo para acá... las lágrimas han encontrado su libre cauce entre el relieve de mis mejillas; la vida es dolor... la belleza duele, un beso líquido también...
No he podido vivir sin dioses... mucho menos sin diosas... ¿Dios? creo que Él no puede vivir sin mí... sobre todo cuando la vida sigue girando alrededor tuyo, con todo y sus atrocidades... Dios se la debe de pasar todo el tiempo llorando seres humanos...
Y heme aquí de nuevo... llorando, por ya no entender la secuencialidad de mi vida, por haber perdido ya el hilo conductor de mi devenir, por la intríniseca necesidad de seguir creyendo en mi incredulidad, no cabiéndome la menor duda de que el llorar, es también un arte del cual ninguna religión podría prescindir... para seguir creyendo claro, en lo que sea en que haya que creer...
Hoy solo creo en ti... en los instantes que me brindas, en la gracia de tu risa, en el loor de tu mirada, en el santuario de tu abrazo y en la vulnerabilidad de tu palabra... pero como toda divinidad, te encuentras en la seguridad que te brinda el velo que se niega a ser rasgado... y detrás de él, se encuentra tu silencio, tu ausencia y el collar de tus despedidas... y es en ese bendito velo donde descansa tu belleza y donde mi vacío encuentra su devoción por ti...
Y heme aquí de nuevo... con las lágrimas ya secas, con la fe deshecha, pero sintiendo el cáliz de la vida entre mis venas... no cabe duda que el llorar es también acuática mística de la cual ninguna tradición pagana podría prescindir... para seguir cometiendo sacrilegios claro, en lo que sea de ti que haya que profanar...
Hoy solo creo en ti...

eric

miércoles, abril 5

Fluyan mis lágrimas



Sintió por fin un débil calorcito, cuando empezó a funcionar el calentador colocado bajo sus pies.
Algo le cayó de la nariz a la tela de la chaqueta.
Dios mío, pensó horrorizado. Otra vez estoy llorando. No, pensó. Es un reflejo. De fatiga y preocupación. No significa nada. ¿Por qué llora un hombre?, se preguntó.
No lo hace como las mujeres, no como ellas. No por sentimentalismo. Un hombre llora por la pérdida de algo, de algo vivo. Un hombre llora por un animal enfermo que sabe que no sanará. Por la muerte de un niño: por eso llora un hombre. Pero no por que algo sea triste.
Un hombre, pensó, no llora por el futuro o por el pasado, sino por el presente.
La auténtica, definitiva verdad, es que a pesar de tu fama y del mundo público que te sigue eres sacrificable, pensó.
Y yo no.
Esa es la diferencia que hay entre los dos. Por tanto, tú debes irte y yo debo quedarme.
Su nave siguió flotando, adentrándose en la cinta de estrellas nocturnas.
Canturreó en voz baja para sí, tratando de mirar hacia delante, de ver los tiempos venideros, el mundo de su hogar, la música, las ideas y el amor, los libros, la caja de rapé ornamentadas y los sellos raros.
A la calma, por un momento, del viento que le azotaba al conducir, una partícula casi perdida en la noche.
Existe una belleza que nunca desaparecerá, se dijo a sí mismo; yo la conservaré; yo soy uno de los que la cuidan.
Y yo permanezco.
Y eso, a fin de cuentas, es lo único que importa.

Philip K. Dick (EEUU, 1928-1982)

martes, abril 4

Errante vuelo

Volar... De mirar arriba y soñar con ser una particula más en una variable caótica de acontecimientos... sí... pero descendiendo entre la depresión, el abandono, la soledad, la frustración, la duda, la vulnerabilidad, el olvido, las pérdidas, la pesadumbre, el temor, la obsesión, las insignificancias, las amistades, los cambios inútiles, el vacío...

Volar...

De contemplar el abismo y proclamarnos una sola verdad... si te quedas, o si te vas... ya no trataré, ya no esperaré... aunque seguiré llorando para caminarme en la estúpida función que mis deformes pies tienen de mantenerme en esta absurda tierra...

Volar...

Guardar un silencio ácido que pueda diluir cualquier pared vaginal en mis recuerdos... "para ir en búsqueda de las cosas de arriba, hay que dejar las cosas de aquí abajo" me decía una voz ancenstral entre sus rezos...

Volar...

Tan solo por la ilusión, por el dinámico engaño sensorial a nuestro cuerpo... aún cuando nos tengamos que atar de nuevo a paradójicos cordones umbilicales y hacernos nudos en ellos...

Volar...

Con lágrimas titubeantes al sol, desprendiéndose de nuestras mejillas; brindándoles también a ellas la ilusión de ser gotas de lluvia que caen de un cielo que solo nosotros pudimos imaginar...


Volar...

Llegar a esa cúspide para saludar al simbólico cuatro, reconociéndonos dioses en un temporal trono celestial, para luego buscar la muerte en una caída con el rostro al sol, y en la eternidad de unos segundos, ser...

Volar...

Aunque las aves nos miren con desdén, aunque abajo los temerosos nos observen con falsa admiración, aunque las virgenes nos hayan despojado de nuestras alas, aunque los ayeres nos hayan herido el deseo de no ser deseados...

Volar...

Mientras que el azar y el destino nos lloran porque nos les hemos escapado de su mirada perversa... mientras que el lenguaje guarda silencio al ser ahora nosotros quien gritamos nuestro vuelo de brazos extendidos... mientras que el mundo detiene su accidental rotación pues somos en un instante, la galaxia entera girando entre el canto de los grillos...

Volar...

Bebiendo el sonido de un humilde tambor y la tristeza de una flauta... respirando nuestra locura por no encontrar ya más razones por las cuales seguir caminando... comiendo de nuestra angustia por haber sido arrojados a la divinidad encubierta de este momento...

Volar...

Tan solo volar, a pesar de que la verdad sea que sólo estamos cayendo...

mizpah

La poesía es un arma cargada de futuro


Cuando ya nada se espera personalmente exaltante mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia, fieramente existiendo, ciegamente afirmando, como un pulso que golpea las tinieblas, cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte, se dicen las verdades: las bárbaras, terribles, amorosas crueldades: Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto, con el rayo del prodigio, como mágica evidencia, lo real se nos convierte en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quienes somos, nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.

Estamos tocando el fondo. Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas personales, me ensancho. Quisiera daros vida, provocar nuevos actos, y calculo por eso con técnica, qué puedo.

Me siento un ingeniero del verso y un obrero que trabaja con otros a España en sus aceros. Tal es mi poesía: Poesía-herramienta a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo con que te apunto al pecho. No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos. Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: Lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.

Gabriel Celaya (España, 1911-1991)

lunes, abril 3

Jena



En Jena la batalla está ganada de un lado y perdida del otro
¿Quién se atrevería a pretender que era en broma?
Que cada quien va a llevarse sus peones
Y haríamos como si no hubiera combate, ni victimas.

En Jena. Una batalla sí deja marcas.
El vencido es siempre el que agoniza
sin importar a que campo pertenece.
Los desgarrados, los traspasados, los despedazados, los estallados.
Malditos aplastados, mutilados, rotos destripados.

En Jena. Aquellos que no pudieron escapar al reclutamiento
que hicieron salir de su escondite,
aquellos que se vendieron por un escaso sueldo.
Aquellos que revistieron el uniforme por simple deseo de gloria.
Por juego. Por bravuconería.
Orgullosos de servir a un hombre que se cree un dios.
Aquellos que culparon al Destino cuando las balas les atravesaban
el pecho, cuando la bayoneta les abría el vientre,
cuando un cañonazo les arrancaba los huevos.

En Jena, aquellos que no conocerán a Johann Gottlieb Fichte
y su Camino hacia la bienaventuranza,
aquellos que ya no leerán, si alguna vez los leyeron,
ni a Schiller, ni a Goethe,
"Aquellos que yacen y a quienes llevan en camillas improvisadas
con el cirujano equipado con la sierra del ferrero,
con las hacedoras de hilas de tiernas manos impotentes".

En Jena, cuando la niebla se disipa, en el olor de la pólvora,
el oro deslustrado de los follajes, el oro flameante de los incendios, aquellos que creen en el cielo, aquellos que no creen en él.

En Jena, los caballos caen del lado opuesto del foso
y sus flancos se estremecen.
A un caballo herido por lo general lo rematan.
Pero ya no hay nadie para dar el tiro de gracia.

En Jena, los muertos no tendrán sepultura.
El emperador pasó a galope sin dignarse a hacer un milagro.
A los caballos es a los que rematan.
Al menos cuando sobrevive un último jinete.
Un soldado perdido que exhausto repta
arrastrando sus piernas inertes y que no ha tirado su fusil.

Ella dice. De acuerdo, te veo en Jena. Saldré de Montreuil a las tres. Está cerca. Veinte minutos.
Ella dijo. Oh, por favor cállate.
Ella se bajó del vagón, se dirigió hacia la salida. Miró su reloj.
Se inclinó, puso una moneda en la lata que le ponía enfrente el lisiado.

En Jena, al dar vuelta en el pasillo ella dijo.
Lo siento, cuando los vagabundos le dieron de repente un empujón,
escandalosos y tambaleantes
y uno de ellos tenía una botella en la mano.

Ella dijo. Ay perdón. Él dijo. No hay de qué, otro dijo. De nada.
Los dos con una carcajada.
El acelerado que sostenía la botella en la mano
la estaba blandiendo ya, gritando. Te toca muchachita,
esto te va a caer bien. Ella rechazó el ofrecimiento y subió la escalera.

Ella dijo no. No pide que la remate.
Ella va caminando, cruza la avenida de Jena
sin hacer ningún caso de los coches.
Claxonazos. Rechinido de llantas.
A menos, dice él, de que un desesperado escoja la hora de la siesta para aventarse al metro, llegarías tarde.
Te voy a esperar, ya estoy acostumbrado.

En lo alto de la escalera. La esquina de las dos avenidas.
Ahí estaba él. Bajando la mirada con la voz grave.
Tengo algo que decirte. Lo nuestro ya no puede continuar.
Terminemos. Vamos a tomar algo a la cafetería del Goethe Institute. Las clases van a empezar dentro de poco.
Este año voy a dar historia. Te voy a mostrar la sala de conferencias. Cuando quieras podrás venir a escucharme.
La mira alejarse. Suspira. Se encoje de hombros.

Así es como viven los hombres.

mizpah