miércoles, septiembre 27

The Dance


Consciousness expresses itself through creation. This world we live in is the dance of the creator. Dancers come and go in the twinkling of an eye, but the dance lives on.

On many an occasion when I am dancing, I have felt touched by something sacred. In those moments, I felt my spirit soar and become one with everything that excists.

I become the stars and the moon. I become the lover and the beloved. I become the victor and the vanquished. I become the master and the slave. I become the singer and the song. I become the knower and the known.

I keep on dancing then it is the eternal dance of creation. The creator and creation merge into one wholeness of joy. I keep on dancing ... and dancing ... and dancing, untill there is only ... The Dance.

MJ

sábado, septiembre 23

Cerca de lo lejos

En el tiempo sin tiempo que demoro
orillado al ocaso
donde el hombre consuma su naufragio
me interrogo en silencio y analizo
lo que queda de mí, lo que me apoya
para impulsar mis últimos arrestos.

Mi cuerpo es el sepulcro en el que escondo
los fósiles instintos
que como peces ciegos
torpemente se mueven en mi sangre.

Soy lo que ya viví, lo que se ha ido
y persiste enraizado en mi memoria:
arena seca, testimonio exacto
de que por ella transitaba un río.

Soy amor hecho garras,
añejo cementerio de recuerdos,
un hombre que sin rumbo
prosigue resbalando cuesta abajo
sin que nada ni nadie lo detenga.

Pero,
a pesar de la carga de los años,
permanezco enamorado de la vida
y a la vez de mi muerte:
simbiosis en que fundo mi existencia.

Al borde del peligro,
casi al filo
del silencio absoluto e infinito,
me pregunto a mí mismo:
¿Qué me retiene aún en este mundo?,
¿cuál será la razón por que subsisto?
Reflexiono..., y encuentro que la única,
la que me impide abrir la puerta falsa
para huir accionando a sangre fría,
la que aún me permite amar las rosas,
asomarme a los ojos de los niños,
palpar la adolescencia
de las huyentes ondas de los ríos
y, en las tardes, beberme los crepúsculos
con avidez, en íntimo arrebato:
es, estrictamente, la esperanza insosegada
de acabar de expresar mi poesía.

Ella es la que me arraiga en esta tierra,
la que me incita a contemplar el rostro
del cielo, por las noches,
y abarcar un sinnúmero de estrellas.

Ella es la que me infunde, todavía,
el deseo de engarzar las palabras
una a una, buscando que se impregnen
de mi embriaguez de cósmica energía.

Al vivir mi esperanza olvido todo
para entrar en el orbe del lenguaje
a descubrir su intimidad desnuda,
y poderles donar mis vivencias
la metáfora exacta
o el hallazgo adecuado de una imagen.

La riqueza mayor que yo concibo
se basa en alcanzar que mi poema
exprese, comunique
mi inquietud metafísica, mi asombro
ante la inmensa bóveda celeste
donde la luna, astros y planetas
avanzan suavemente,
como barcos de luz
que desde otro lejano firmamento
navegan y hacen rumbo
hacia la rada de mi pensamiento
y mi duda, la duda inquebrantable
que inquiere, que construye y que derrumba
dioses y mitos, dogmas y teorías,
hasta hacerme rodar en las tinieblas
como gota de lumbre en agonía.

Ella es mi esperanza, lo que tengo
para llenar mis horas de monólogos,
la que fundida con mi pensamiento
nunca me deja que me sienta solo.

Poesía inexpresada, que me remuerde
la conciencia como una deuda innata
que no me deja morir, ni vivir,
porque aún no he podido liquidarla...


Elías Nandino

viernes, septiembre 15

acerca de la Libertad


“El fin del hombre, no como lo sugieren deseos vagos y fugaces,
sino tal como lo prescriben los decretos eternos e inmutables de la razón,
consiste en el desarrollo amplio y armonioso de todas sus facultades
en un conjunto completo y consistente";
[que, por consiguiente, el fin]
"hacia el cual todo ser humano debe tender incesantemente,
[…], es la individualidad del poder y del desarrollo.”

Guillermo de Humboldt


Tradiciones y costumbres de celebrar la libertad como ciudadanos, como seres humanos; naciones que celebran su supuesta independencia en medio de simbolos patrioticos y relucientes fuegos artificiales. Asumimos una supuesta libertad con respecto a nuestra historia, pero ¿que tan pertinente es celebrar una Libertad cuando las bases desde donde se sostiene son frágiles y fáciles de cuestionar? Reflexionemos pues alrededor de tan acuciante concepto: la Libertad.

Como todos sabemos, los seres humanos vivimos tiempos de definición en muchos ámbitos; desde lo personal, lo familiar, lo social y lo político. Definirse no es cosa fácil, mucho menos cuando la libertad para hacerlo no es del todo viable y auténtica.

Si bien, a lo largo de la historia, en varias partes del mundo se ha luchado y se continúa luchando para que las básicas libertades se pudiesen considerar como garantías que hoy a bien disfrutamos; existen otras libertades que se muestran reacias a ser conquistadas por nuestra voluntad y conciencia.

Cabe preguntarse, ¿en dónde es que nace ésta dificultad por alcanzar la libertad?, ¿qué lo impide?, ¿porqué a donde volteemos hoy en día, existe una relación de amos y esclavos, en la relación que se crea entre gobernantes y el pueblo; los vínculos entre líderes religiosos y los creyentes; en la dinámica entre las parejas, en los lazos afectivos entre padres e hijos?

¿Porqué cuando unos luchan por el poder, otros lo hacen por alimento?, ¿porqué cuando unos engañan a las masas para recibir un reconocimiento, otros creen ciegamente en una mentira que les haga sentir seguros?, ¿porqué cuando unos entregan su voluntad para complacer a otros, en búsqueda de afecto y compañía, otros suponen ciegamente ser lo que la otra persona necesita? y finalmente, ¿porqué cuando unos se escudan detrás de su paternidad para ejercer un poder sobre los más indefensos, otros chantajean emocionalmente a sus progenitores para obtener aquello que desean?

Más allá de festejos patrios y de discursos vacíos, ¿qué representaría ser libre y porqué muchas veces preferimos la comodidad de no serlo?

Propongo una lectura que vaya de lo micro a lo macro, de lo individual a lo colectivo.

Desde la filosofía, existe un concepto que se ha venido refinando en nuestros días y que ha sido expuesto a través de todas las artes; me refiero al concepto de la “cárcel cómoda”. Lo interesante de este concepto es que puede existir simultáneamente en nuestro exterior y también en nuestro interior, en nuestro pensamiento.

En lo exterior, una cárcel cómoda sería un espacio que nos ofrezca un reconocimiento, placer, confort, seguridad, a cambio de que desde una artificialidad, podamos seguir sosteniendo esa identidad que nos fuerza a ser aquello que en realidad no somos. Un espacio en donde la experiencia cotidiana del vivir se centre en evitar que el individuo entre en reflexión sobre sí mismo; algo que muchas veces no tiene nada de cómodo y si muy inquietante y hasta perturbador.

Podemos empezar a reflexionar acerca del porqué los espacios abiertos para los primeros fines, proliferan en cantidad sobre los segundos. Me refiero aquí a la palabra “espacios” en su significado más amplio; desde los espacios a los que vamos para alimentarnos, convivir, divertirnos, informarnos, cultivarnos y aún a esos espacios a los que acostumbramos ir a rendirle devoción a una deidad.

Hay muy pocos espacios que ofrezcan la oportunidad de reflexionar sobre nosotros mismos, de cuestionar nuestra forma de pensar, de ser, del modo en que la cultura y la sociedad se establecen. Tal vez haya pocos, porque esos espacios se descubren y se construyen en una primera instancia, dentro de nosotros mismos.

Espacios internos tan difíciles de encontrar, tal vez porque se esconden en los lugares en donde menos se nos ocurriría buscar. ¿Cuándo fue la primera vez en nuestra vida que tuvimos que ceder nuestra libertad a alguien más?, ¿es acaso que fue en el momento más tierno, inocente e indefenso de nuestra vida?

Imaginemos a un bebé que comienza a despertar al mundo, que se ve envuelto en un bombardeo de estímulos extraños que le vienen de un afuera que todavía no puede reconocer como afuera, y de un adentro que aún es incapaz de diferenciar como adentro.

Un hambre que todavía no puede nombrar con la palabra “hambre”, y de pronto, sin saber ni como ni cuando, llega una presencia materna capaz de llenar y saciar, complacer y confortar; de mitigar cualquier sensación de miedo y displacer. El bebé aprende rápido a poner su atención en el afuera, para “cachar” eso que es necesario para que el alimento llegue rápido, si habrá que llorar, pues a llorar, si habrá que hacer pucheros, los hará… lo que sea con tal de no sentir esa horrible sensación que no se puede nombrar.

Aún cuando el cuidado materno en sus generalidades se le puede considerar como incondicional, existen ciertas condiciones, la mayoría imperceptibles (aún para la propia madre), las que propician que en ese momento, la libertad de ser para sí (en el bebé), se vea sujeta a una necesidad de ser para Otro (la madre).

Y a partir de aquí, este mismo modelo se repite a lo largo de la vida, en donde uno tiene que reconocer que depende de Otro para sobrevivir, y que ese Otro sabe que puede ejercer un poder sobre uno porque posee lo que a nosotros nos falta para vivir. La libertad se ve entonces, comprometida.

Toda esta dinámica la saben muy bien los políticos con sus campañas de miedo y sus promesas mesiánicas prometiéndonos bienestar a cambio de que vivamos bajo el supuesto, de que el poder proviene de ellos, cuando en realidad emana de nosotros el pueblo.

La saben también los publicistas y mercadólogos en sus campañas de promoción de productos que nos prometen la felicidad, a cambio de ceder nuestro poder adquisitivo al comprar artículos y bienes que nos ofrecen la ilusión de un cierto status, seguridad y falsa identidad.

La saben muy bien los líderes religiosos que nos erigen Padres y Madres celestiales capaces de bendecirnos si nos portamos bien o castigarnos si nos portamos mal, a cambio de entregarles la posibilidad de creer en nosotros mismos y de poder ejercer nuestro libre albedrío al experimentar esta vida sin una moral basada en dogmas y valores vacíos.

Sabemos muy bien como actuar para seducir y/o ser seducidos por esa otra persona que nos atrae tanto desde la ilusión de suponer que es y/o que somos el hombre o la mujer poseedora de ese “algo” (al que nos referimos con frecuencia como: - un no sé qué, que qué sé yo-) que nos hace falta, ofreciéndole eso que suponemos ser, a cambio de seguridad, placer sexual, reconocimiento y afecto.

Sabemos como padres y madres, como educar a nuestros hijos al crearles ilusiones navideñas que recompensan con regalos que les prometen felicidad, siempre y cuando sean “buenos” niños y obedezcan. Así también nosotros supimos de niños, como chantajear a nuestros padres con uno que otro berrinche para obtener eso que siempre quisimos tener, haciéndoles creer que ellos tenían el poder, cuando no hay algo más poderoso que la incansable insistencia envuelta en llanto de un niño hacia sus padres.

¿Qué pues es la libertad? No pretendo dar respuestas, no es esa mi intención, puesto que las respuestas se encuentran en la individualidad de cada uno de ustedes lectores. Los dejo simplemente con la invitación a reflexionar sobre la libertad, sobre la importancia de permitir a los demás ser libres, sobre los miedos e inseguridades que desde infancia traemos y que nos impiden disfrutar de una libertad plena. Sobre nuestra fe y nuestras creencias, sobre nuestra condición social y nuestra postura política. Sobre nuestro rol como padres y como hijos, en fin… sobre el lugar desde el cual contemplamos nuestro rostro frente a un espejo…

Para cerrar, unas palabras de un economista y filósofo inglés del siglo XIX, que en su tratado “Sobre la Libertad” propone lo siguiente:
“Si considerásemos que el libre desarrollo de la individualidad es uno de los principios esenciales del bienestar, si le tuviéramos, no como un elemento coordinado con todo lo que se designa con las palabras civilización, instrucción, educación, cultura, sino más bien como parte necesaria y condición de todas estas cosas, no existiría ningún peligro de que la libertad no sea apreciada en su justo valor y no habría que vencer grandes dificultades en trazar la línea de demarcación entre ella y el control social.

Pero, desgraciadamente, a la espontaneidad individual, no se le suele conceder, por parte de los modos comunes de pensar, ningún valor intrínseco, ni se la considera digna de atención por sí misma. Encontrándose la mayoría satisfecha de los hábitos actuales de la humanidad (pues ellos son quienes la hacen ser como es), no puede comprender por qué no han de ser lo bastante buenos para todo el mundo. Y aún más: la espontaneidad no entra en el ideal de la mayoría de los reformadores morales y sociales; por el contrario, la consideran más bien con recelo, como un obstáculo molesto y quizá rebelde frente a la aceptación general de lo que, a juicio de estos reformadores, sería mejor para la humanidad.”

John Stuart Mill

lunes, septiembre 4

Mi patología

Rasgos principales

Uno de los rasgos principales del romántico reside en su espíritu individualista.

El romántico equivale a la rebelión del individuo, a la violenta exaltación de la propia personalidad. El "yo", al que ahora se le tributa un culto frenético, constituye el máximo objetivo de toda la vida espiritual. El mundo externo apenas conserva otro valor que el de mera proyección subjetiva.

Agudo egocentrismo que tiene sus raíces en la doctrina enciclopedista (defensora de la postura crítica intelectual) y en el mundo prerromántico (rehabilitador del mundo de las emociones personales).

El hombre romántico se caracteriza también por su aislamiento y soledad. Su individualismo está marcado sobre todo por su conciencia aguda y dolorosa de la propia personalidad, de ser distinto de los demás, que en ciertos casos incluso deriva en un sentimiento de superioridad - su genio, su desgracia o infelicidad mayor que las de nadie -.

Esta es la razón por la cual el yo del artista pasa a ocupar el primer plano de la creación. Los sentimientos expresados en las obras románticas son los de sus creadores, quienes expresan su insatisfacción con el mundo, su ansia de infinito, su búsqueda del absoluto, su amor apasionado, su deseo vehemente de libertad, sus estados de ánimo…

El ansia de libertad

El ya mencionado individualismo del hombre romántico produce en él una protesta contra las trabas que hasta entonces tenían cohibido su espíritu, lo cual deriva consiguientemente en un ansia de libertad que se refleja en todas sus expresiones mediante el arte, la literatura, la música, la conciencia…

Irracionalismo

Los románticos rechazan la razón y todo lo racional. Sus temas preferidos están relacionados con lo sobrenatural, la magia y el misterio. A estos románticos les falta un pensamiento sistemático y coherente; no comprenden ni interpretan el mundo de una forma global.

Subjetivismo

El romántico le concede una gran importancia a las emociones, los sueños o las fantasías.

Como formas de conocimientos principales se aceptan la intuición, la imaginación y el instinto; es descir impulsos no racionales, marcados por los sentimientos. La pasión se considera una fuerza superior a la razón.

El espíritu idealista

Los románticos sienten una gran predilección por lo absoluto, lo ideal, en conexión con la filosofía idealista. Por este motivo buscan desperadamente la perfección, lo absoluto, lo cual explica, por una parte su necesidad de acción, su vitalismo, pero por otra, los anhelos insatisfechos que derivan en su frustración e infelicidad. Ese vago aspirar hacia un mundo superior al de las realidades sensibles y que la razón no acierta a definir, cristaliza a menudo en unos ideales concretos, que el romántico se impone como norte de su vida: la Humanidad, la Patria, la Mujer.

Hacia estos objetivos concretos el hombre romántico dirige sus ardorosos afanes: el sentimiento filantrópico, el ideal patriótico y el amor, al que a menudo se le une un vago misticismo.

Angustia

Al haber perdido la confianza en la razón, el ser romántico es por naturaleza alguien inseguro e insatisfecho, lo cual da lugar a la desazón vital romántica. El romántico siente la vida como un problema insoluble. Su instinto le denuncia la existecia de fuerzas sobrenaturales que escapan a todo conocimiento racional y una invencible angustia sobrecoge su ánimo. Se sabe víctima de un ciego destino sin justificación lógica e increpa a la Naturaleza, que contempla impasible su dolor.

La idea de infinito preside su vida; de ahí su inquietud febril y su terrible desequilibrio. Este aspecto es, sin embargo, también motor de la creación artística en la búsqueda constante del romántico de respuestas y soluciones a las dudas y problemas que se plantean.

Choque con la realidad

Otro tema importante en el romántico es el del desengaño que deriva del choque entre el yo hipertrofiado romántico y la realidad prosaica y gris que no da satisfacción a sus anhelos e ideales.

El romántico - arrastrado por las imágenes que él mismo ha creado en su interior - se encuentra con que la realidad no responde a sus ilusiones. Este hecho lleva al hombre romántico, falto de serenidad para aceptar su ambiente, a un violento enfrentamiento con el mundo y a rebelarse contra todas las normas morales, sociales, políticas o religiosas.

Soledad

Es propio del romántico el gusto por la soledad. Los románticos huyen de la realidad mediante el refugio en sí mismos, lo cual justifica la preferencia por lugares solitarios como jardines, espacios apartados o recónditos, oscuros, ... Esta soledad del romántico nace también de la afirmación de su yo, de su individualismo.

Nueva Sensibilidad

El romántico amplía su sentimentalismo en la búsqueda de la intimidad tanto en sí mismo, como con su pareja. Resaltan las características de la introspección, la nostalgia, la melancolía, la tristeza y la soledad, a la vez que se extiende el sentimiento de fugacidad e infelicidad de la vida humana, lo cual provoca la típica angustia romántica. El gusto por lo sombrío y crepuscular son reveladores de tal sensibilidad.

Naturaleza dinámica

Todos los rasgos románticos anteriores permiten comprender bien que en su rechazo del mundo que les ha tocado vivir, los románticos hayan podido tomar dos direcciones opuestas: la nostalgia por los antiguos valores tradicionales o la rebelión. Entre lo tradicional o conservador y lo liberal o progresista.