viernes, marzo 24

Luz que nunca se extingue


Te equivocas, sin duda. Alguna vez alcanzan tus manos el milagro; en medio de los días indistintos, tu indigencia, de pronto, toca un fulgor que vale más que el oro puro: con plenitud respira tu pecho el raro don de la felicidad. Y bien quisieras que nunca se apagara la intensidad que vives.
Después, cuando parece que todo se ha cumplido, te entregas, cabizbajo, a la añoranza del breve resplandor maravilloso que hizo hermosa tu vida y sortilegio el mundo. Tu error está en creer que la luz se termina.
Al cabo de los años he llegado a saber que en la naturaleza del milagro se funden lo fugaz y lo perenne.
Tras su apariencia efímera, el relámpago sigue viviendo en quien lo vio.
Porque su luz transforma y ya no eres el hombre aquel que fuiste antes de que en tus ojos, de que en el fondo oscuro de tu ser fulgurase. No, la luz no se acaba, si de verdad fue tuya. Jamás se extingue. Está ocurriendo siempre.
Mira dentro de ti, con esperanza, sin melancolía.
No conoce la muerte la luz del corazón.
Contigo vivirá mientras tú seas: no en el recuerdo, sino en tu presente, en el día continuo del sueño de tu vida.
Eloy Sánchez Rosillo (España, 1948)

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