lunes, agosto 27

Ausencia y solitud



Me permito proclamarte,
en aquel rincón de mi delirio,
tu sabes conciencia mía,
que una cosa es que no estés,
y otra muy diferente es la
irreductible cuestión de que
me hagas falta...

Y entiendo muy bien que un huracán
venga y nos cague lluvia de excusado
cósmico, al fin que uno termina haciendo
la limpieza de su propio cascajo...

Pero ¿porqué finges estar en otro lado,
cuando aún te encuentras atrapada en la
piel de aquella en la que te perdiste
salivando la llenura de las Lunas?

Entiendo muy bien que la regadera se abre,
y llueva calor a la luz de una vela,
y que un refugio se habita con varias
soledades depositadas en objetos
aparentemente sin valor alguno...

Pero ¿porqué te vas a la cama triste
si sabes que soy poco hombre
y que no me atrevo a morir en llanto?

A estas alturas te tendría ya que quedar claro
lo que te pasa al percibir ese olor que desprende
su figura de humo, ¿porqué entonces tu necedad
de contemplar un cigarro que no se apaga,
una ausencia que no se dispersa?

Sabes que cada día que te queda, ella te hará falta,
sabes la tesitura del dolor que eso te causa,
y que nada ni nadie colmarán éste cráter de volcán
inactivo, éste hueco en el horizonte de un día frío...

Conciencia de nadie... sé tuya, de ti...
abrázate al olvido, cógete al absurdo
de mar-e-arte en divertimentos estúpidos,
besa tu hastío y conviértete en luciérnaga
desprevenida del ocaso, que solo así,
sin darte cuenta, la luz será engendrada
desde ti, como algo casual y fortuito,
minúsculo y bendito...

Conciencia mía... ¡rompe tus diques,
únete al silencio y apodérate de tu vacío!


eric

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