
Fe lunar

Centro de Coyoacán
El papel blanco duro espejo sólo devuelve eso que fuiste.
El papel blanco duro espejo habla con tu voz, tu propia voz, no aquella que te gusta, tu música en la vida esa que derrochaste.
Puede que no vuelvas a ganar si lo deseas, si te clavas a esa cosa indiferenteque te lanza atrás, ahí dónde empezaste.
Viajaste, muchas lunas viste, muchos soles, tocaste muertos y vivos,sentiste el dolor del bravo mozo y el gemido de la mujer, la amargura del niño inmaduro, cuanto has sentido se derrumba sin sustentos si a éste vacío no te fías.
Quizás ahí encuentres cuanto creíste perdido, el brote de la juventud, el justo naufragio de la edad.
Tu vida en cuanto diste, este vacío es cuanto diste,
el blanco papel duro espejo que te lo escribe y refleja...
Giorgos Seferis (Grecia, 1900-1971)
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza.
El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.
Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.
Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro.
Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto.
Duración media del llanto, tres minutos.
Julio Cortázar (Argentina, 1914-1984)
Volar...
Con lágrimas titubeantes al sol, desprendiéndose de nuestras mejillas; brindándoles también a ellas la ilusión de ser gotas de lluvia que caen de un cielo que solo nosotros pudimos imaginar...
Volar...
Llegar a esa cúspide para saludar al simbólico cuatro, reconociéndonos dioses en un temporal trono celestial, para luego buscar la muerte en una caída con el rostro al sol, y en la eternidad de unos segundos, ser...
Volar...
Aunque las aves nos miren con desdén, aunque abajo los temerosos nos observen con falsa admiración, aunque las virgenes nos hayan despojado de nuestras alas, aunque los ayeres nos hayan herido el deseo de no ser deseados...
Volar...
Mientras que el azar y el destino nos lloran porque nos les hemos escapado de su mirada perversa... mientras que el lenguaje guarda silencio al ser ahora nosotros quien gritamos nuestro vuelo de brazos extendidos... mientras que el mundo detiene su accidental rotación pues somos en un instante, la galaxia entera girando entre el canto de los grillos...
Volar...
Bebiendo el sonido de un humilde tambor y la tristeza de una flauta... respirando nuestra locura por no encontrar ya más razones por las cuales seguir caminando... comiendo de nuestra angustia por haber sido arrojados a la divinidad encubierta de este momento...
Volar...
Tan solo volar, a pesar de que la verdad sea que sólo estamos cayendo...
mizpah
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia, fieramente existiendo, ciegamente afirmando, como un pulso que golpea las tinieblas, cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte, se dicen las verdades: las bárbaras, terribles, amorosas crueldades: Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto, con el rayo del prodigio, como mágica evidencia, lo real se nos convierte en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quienes somos, nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo. Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas personales, me ensancho. Quisiera daros vida, provocar nuevos actos, y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero que trabaja con otros a España en sus aceros. Tal es mi poesía: Poesía-herramienta a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo con que te apunto al pecho. No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos. Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: Lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.
Gabriel Celaya (España, 1911-1991)