
Order before chaos

La condesa
Se puede pensar rápidamente en el día que pasó.
O en los amigos que pasaron y para siempre se perdieron, pero es inútil huir: el silencio está ahí. Aún el sufrimiento peor, el de la amistad perdida, es sólo fuga.
Pues si al principio el silencio parece aguardar una respuesta -cómo ardemos por ser llamados a responder-, pronto se descubre que de ti nada exige, quizás tan sólo tu silencio.
Cuántas horas se pierden en la oscuridad suponiendo que el silencio te juzga, como esperamos en vano ser juzgados por Dios.
Surgen las justificaciones, trágicas justificaciones forzadas, humildes disculpas hasta la indignidad.
Tan suave es para el ser humano mostrar al fin su indignidad y ser perdonado con la justificación de que es un ser humano humillado de nacimiento.
Hasta que se descubre que él ni siquiera quiere su indignidad.
Él es el silencio.
Clarice Lispector (Brasil, 1920-1977)
Cómo quisiera despertar cantando.
Pero amanezco, en cambio, dolorida de no haberme quedado en ese espacio, en ese tiempo de morir prestada.
Una isla no inscrita en ningún mapa, una célula enferma de ignorancia, un asfixiado mundo en miniatura, una avanzada humanidad triunfante, en clarines y hogueras homicidas.
Tabla sola, sin náufrago siquiera, y luchando, relincho hacia la costa, y animada nomás por el recuerdo de un aliento mordido a sus astillas.
Cómo quisiera despertar cantando, y me muero de sed y hambre de canto mientras desborda la preñada aurora en promisorio bermellón de vinos, y expandida, hoguera en panes, horneándose a lo alto.
Yo estoy abajo, debajo de la historia, sepultada en antorchas apagadas y estandartes marchitos.
Sumergida en humores subterráneos y en cenizas de huesos de bandido,
Soy el se que no fue, lo que no pudo, la olvidada, desdeñada semilla, pero existo.
Dentro tengo un sauce inclinado que me llora.
Un niño triste me llama, sin nombrarme.
Me doy cuenta, me doy cuenta, yo existo.
Mañana espero despertar, cantando.
Matilde Kirilovsky de Creimer (Argentina, 1912-2000)