martes, octubre 17

Las enseñanzas del Desierto



Entre nostalgias agridulces, el desierto fue compañero desafiante en sus paisajes; en la eterna búsqueda por aquel lugar de llenura y de vacío sustraído...

El arcoiris me saludaba en su sonrisa; los siete colores suspendían el reflejo de un oasis perdido, pero que no se cansaba de jugar a ser infinito. El clima fue benévolo con mi respiración, pero al hacerse de noche, algo se fue apagando dentro mío, como mis esperanzas que sólo anhelaban con sumergirse en un cielo, ya a esas alturas, en estado líquido...

La vía láctea me maravillaba con su cercanía, la podía yo casi tocar. La arena de ese mar nocturno, estaba hecha de estrellas esparcidas por todos lados. Todo era una esfera, o mejor dicho, mi pensamiento era una gran esfera silenciosa, mi hogar, mi bóveda hecha de oscuridad, mi refugio celeste y galaxia...

El desafío comenzó desde los sueños mismos; los rostros enterrados despertaron con sus respectivos recuerdos. Rostros sustraídos que salían una vez más a bailar entre mis ropas y candelabros... sueños carentes de temporalidad; en fin, una onírica hecha de pesadumbre y enojo por un ayer que se empecinaba por seguirse actualizando...


La caminata sin rumbo comenzó a la mitad unida del día. La pregunta incandescente en el cenit, se sostenía sin respuesta alguna; los pasos seguían ascendiendo tras la caída de los más tiernos recuerdos de un ayer todavía cercano; las lágrimas ascendían diluyéndose sobre el polvo de lo que alguna vez fue un mar de estrellas...


El dolor se estremecía en lugares aún desérticos, ahí donde la nostalgia se confunde con el recuerdo espinoso de un cáctus esférico. Dolor sediento abrazado a una nada punzante...

Un tótem tripartito con 29 tercetas de espinas, simbolizaba una señal cactácea del necesario tiempo de dejar ya el camino del tormento, para adentrarse en la magia inocente de la sincronicidad y la sorpresa...

Lugar incierto, sin camino definido. El sendero tenía que ser creado por vez primera... regresaba la inseguridad en el acto sin palabras, en la falta de certidumbre que brindaba el camino abandonado; pero entre las fibras vegetales del pensamiento, se escuchaba una voz creadora de silencio; invitando a la paz, a la común unión con el entorno...




Una vez que el silencio comenzaba a hablar, el primer venadito apareció, con su belleza de años y su sabiduría ancestral. El secreto envuelto en maravilla era compartido: el buscar es ser encontrado, el encontrar es ser buscado. Es decisión propia elegir las bifurcaciones y sus tiempos. Libertad de crear la realidad que se decida percibir, desear, gozar...

La humilde rodilla se postró en el cielo, la ofrenda fragmentada de lo que alguna vez fue una rosa, fue depositada alrededor... y de las mismas hojas, brotó un poema azaroso y destinado a ser encontrado, a ser leído y escuchado...

Regreso


Ayer también estuve:
regresé para verme, a desandar el hilo
de lo andado hace mucho,
a golpear otra vez esta sonaja,
a derrumbar el muro de los lejanos rostros,
a comenzar de nuevo la palabra de ayer.


Ayer también estuve:
reconozco el cascajo,
la argamasa del tiempo en la intemperie.


Ayer, como este viernes, como este viejo día.


No era el temblor exacto lo que buscaba entonces,
ni la palabra pura para decirlo todo;
busqué la desmemoria de lo que transcurre,
esperando tal vez alguna cosa,
quizá la permanencia de unas manos,
la obstinación tenaz de un sólo instante,
de un amoroso gesto tal vez petrificado,
indestructible y breve,
como una dicha viva y al mismo tiempo eterna.


Ayer también estuve,
y ahora que regreso reconozco al otoño:
otra vez su crueldad, su vesanía,
su locura demente como un extraño aviso.
Máximo Simpson



El libro se había cerrado, para volverse a abrir cada vez que la existencia y su dolor lo quisieran; porque un corazón no sana al quererse anestesiar; y porque en el dolor de lo perdido, reside siempre un dejo de belleza inmemorial.


Levantándo la vista, a unos pocos siglos luz del primer venadito, se encontraba tímido el segundo... de formas femeninas y alegres, terminaciones fractales que prometían en su momento, el ser encontrado por su manifestación humana en la faz de ésta fractal Tierra...




Agradeciendo su estancia y los años de vida, lentamente fue arrancada de su lugar mientras expresaba el canto vegetal de la agonía, de la entrega y el sacrificio de vida hacia un humilide explorador incierto y caníbal...







Caía la noche, la mirada de Luna se asomaba en un horizonte casi líquido. El fuego salpicaba miradas; el agua incendiaba silencios; se jugaba a los rituales y se ingerían a los abuelos; cánticos de esperanza y reconciliación, percusiones y danza ofrendada al universo dentro del Universo...


Lo lejano se volvió cercano, lo extraño se acercó en lo íntimo; lo vivo se reveló en su conciencia añeja... los árboles se convirtieron en bellos testigos, la Luna en la eterna fémina compañera... El Todo en el uno, el Uno en el todo...



Empezaba un diálogo con el entorno, las estrellas hablaban con su codificable titilar; el agua en su vaivén con el viento, el fuego con su danza sustancial. Los ojos se cerraban y comenzaba el verde fractal, el arte orgánico se manifestaba en el millar de formas que nacían y nacían desde el centro de mi infinito...


El verde daba paso a la dualidad del azul y el rojo, colores unidos desde sus opuestos, entrelazados en espirales incesantes que se entretejian a todo lo existente, defragmentando lo percibido y reconstruyéndose en lo intuido. Millones de esferas diminutas unidas a un gran Continuo, en el que por instantes, emergían grafos hebreos, la ilusión de un metalenguaje... la ilusión de un enigma resuelto...


El Gran Misterio se mostraba ante una mente todavía incapaz de aceptar el engaño de la Verdad, tratando de conciliar a la fe poética con los designios de su pequeña verdad...

En la oscuridad de la noche, la inmensa vida expresada en tan variadas formas, llegaba en imágenes de insectos, de plantas, de flores. El Desierto en su esplendorosa bondad, en su tierna manifestación de ánimas escondidas, de esencias saturadas de cariño...


La falta se pronunció honesta en su tiempo. La incierta lógica susurraba el silogismo: para poder contener semejante Respuesta, había primero que llegar a construir la Pregunta...

Cosa y símbolo unidos al tiempo y al espacio; cosa y símbolo anudados a la falta... el espejo no fue traspasado, transgredido... solo se diluía, mostrando en aquél Otro lado, el diminuto Todo en la mayúzcula Nada...


La fragmentación continuaba, pieza por pieza la corporeidad recordaba el estadio previo al espejo. Desgajándose, el pecho se reconocía sin lugar, lo cardiáco se alojaba en lo pulmonar; lo gástrico permanecía entretejido a los sonidos del ambiente y lo visual desaparecía en lo tactil de los primeros sueños...

Después de la Flexión, comenzaba poco a poco la Re-Flexión. Lo cierto es que aquél lugar de anhelo, de re-encuentro; de tanto buscarlo se pone en riesgo la ubicación de la esencia...


La necesidad de la creencia que forza a aceptar el engaño de que existe todavía un lugar en el que el alimento líquido es aún capaz de saciar aquellos espacios de vacío; resulta mortal, puesto que al momento de abrir la cavidad bucal, solo se siente la desértica sed en los labios...



La verdad no es evidente, no llega de sorpresa y mucho menos se encuentra afuera... tal vez se necesite cavar, cavar y cavar en lo más subterráneo de la subjetividad, ahí donde lo desértico siembra soledad e incertidumbre; y de la nada nazca el brillo de una flor violácea... cavar y cavar, hasta encontrar una cavidad de la que broten las más bellas imágenes y las más cálidas palabras...

Ahí, en el no-lugar del no-tiempo del pensamiento, de la corporeidad desnuda, de los sueños lúcidos... ahí donde el desafío sea el re-construir el ayer con lo que se esté dispuesto a perder hoy; a re-pensar el hoy, con lo que se esté dispuesto a re-vivir del ayer...


Tal vez ahí, como dijo el poeta; el ayer pueda seguir siendo hoy...

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