martes, junio 3

Babbling on Babylon






When I look carefully
I see the nazuna blooming
By the hedge!
Basho
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...el lugar con el que soñaba de niño. Mi Everest, mi Meca.

Los lugares en mi siempre son internos, así como cualquier viaje, así como la vida.

Los planos y la tridimensionalidad del lugar recalcaba una belleza y elegancia nunca antes vista por mis dendritas; más sin embargo, mi camino fue entre miradas de flores asustadas...

Es triste admitir que desde siempre, el miedo nos ha llevado a crear una omnipresencia a nuestro lado, consecuentemente ahí estaban esas esferas vacías, apuntando con su ausencia de ojo a los jardines humanos, amenazando con su juicio la fragilidad de nuestras alas.

Es triste aceptar que la omnipresencia nos exige rendir nuestros nombres y el aroma de cada uno de nuestros cabellos. Cuando el sol se llama miedo, las flores prefieren agachar su mirada, recoger el color de sus pétalos y crecer en lugares apartados y sombríos; así fueron mis pasos, entre un jardín que lentamente se perdía en un hielo amurallado.

El mundo dejó de ser ya un área de juegos, la libertad es una mariposa que prefiere quedarse en su capullo. Vivimos en una gran Babilonia que vierte en sus ríos el óxido insípido de las religiones y los idiomas, una ciudad de silencios, que se despierta de noche y adolece la ignorancia misma de su nombre...

Debajo de los rascacielos y acariciainfiernos, viendo pasar a los portes, yo le preguntaba a los tulipanes, ¿Quiénes realmente somos?... y los tulipanes giraron y me respondieron: ustedes son solo el pegamento que evita que su foto se caiga de sus pasaportes.

Babilonia ha cumplido con su labor de división, nos está ganando. El verde de un bosque se incineró ya hace mucho tiempo por el verde de un billete... ¿Qué le queda al planeta por sufrir? para que nosotros sus hijos quebremos nuestras manos y sembremos las lágrimas de un mejor mañana.

Caía la noche y la ciudad era mía. Fui sin ser mi yo y soy ahora algo muy pequeño, más pequeño aún que Momo. Ella, niña linda, cuánta razón tenía al prevenirme de los hombres grises...

Mis pies cansados, seguían caminando por rincones y esquinas, algún lugar en donde el tiempo se detuviera y encontrara yo a la vida.

Y la vida la encontré en la tercera rama de un árbol de maple que bifurcaba hacia el segundo anaquel de una biblioteca, en el sexto libro, justo en las tres primeras palabras del cuarto capítulo.

Aquella frase laberinto desenbocó en el sonido de un sax en el metro. Seductoramente me introduje en la boca del sax, subía por su cuello de cisne hasta volcarme en su infinito en la más obvia de las elegancias.

El multi-verso de miradas dibujaban la tímida sonrisa en los labios de una mujer, en aquella mesita de un café. Su taza y la crema girando improvisadamente en vórtice me llevó a una conversación somera en un bar de jazz.

El balanceo ciego de la música al fin me llevó a la poesía escrita por mi hermano a quien reencontré después de compartirnos nuestros abismos recorridos y en ese abrazo decirnos: finalmente hemos llegado.

Si bien la vida en el neoliberalismo es como una flor enterrada en un invierno, diminuta y desapercibida, no se cansa de recordarnos que está ahí, latente, esperando que una mano descongele el hielo que la quema. Los hombres grises con sus portafolios y sus atuendos sombríos seguirán borrándose detrás de los números y del segundero, inevitable ya la caída de su Sistema. Sabemos ya que al extender nuestras manos, las flores deshielan su silencio y resplandecen en un rinconcito, pacientes a que una mirada arcoíris las contemple...

Tal vez la cantidad de hielo ya sea demasiada y la escases de manos cálidas no alcancen para salvarnos de este Sistema que no se cansará en invadirnos hasta introducirse debajo de nuestra piel. Tal vez sea ya demasiado tarde para evitar tal colapso, pero no por ello dejemos de sembrar nuestras semillas a la orilla de nuestro camino, porque bien sabemos que el sol se acerca con un nuevo rostro y derretirá el frío de los corazones.

En aquel día final solo quedará eso, una calle hecha de flores... un camino para que un niño de nuevo empiece a nombrar el mundo... y recoja los pétalos y los eleve en estrellas...

Hoy tan solo escucho los grillos en el titilar de las estrellas. Seguramente, en el previo mundo, alguien sembró su canto para que yo en este instante, retratara mi vida en la oscuridad de la noche... mañana, quizás mañana alguien se teja un collar con los pétalos de mis días.

eric



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