sábado, septiembre 23

Cerca de lo lejos

En el tiempo sin tiempo que demoro
orillado al ocaso
donde el hombre consuma su naufragio
me interrogo en silencio y analizo
lo que queda de mí, lo que me apoya
para impulsar mis últimos arrestos.

Mi cuerpo es el sepulcro en el que escondo
los fósiles instintos
que como peces ciegos
torpemente se mueven en mi sangre.

Soy lo que ya viví, lo que se ha ido
y persiste enraizado en mi memoria:
arena seca, testimonio exacto
de que por ella transitaba un río.

Soy amor hecho garras,
añejo cementerio de recuerdos,
un hombre que sin rumbo
prosigue resbalando cuesta abajo
sin que nada ni nadie lo detenga.

Pero,
a pesar de la carga de los años,
permanezco enamorado de la vida
y a la vez de mi muerte:
simbiosis en que fundo mi existencia.

Al borde del peligro,
casi al filo
del silencio absoluto e infinito,
me pregunto a mí mismo:
¿Qué me retiene aún en este mundo?,
¿cuál será la razón por que subsisto?
Reflexiono..., y encuentro que la única,
la que me impide abrir la puerta falsa
para huir accionando a sangre fría,
la que aún me permite amar las rosas,
asomarme a los ojos de los niños,
palpar la adolescencia
de las huyentes ondas de los ríos
y, en las tardes, beberme los crepúsculos
con avidez, en íntimo arrebato:
es, estrictamente, la esperanza insosegada
de acabar de expresar mi poesía.

Ella es la que me arraiga en esta tierra,
la que me incita a contemplar el rostro
del cielo, por las noches,
y abarcar un sinnúmero de estrellas.

Ella es la que me infunde, todavía,
el deseo de engarzar las palabras
una a una, buscando que se impregnen
de mi embriaguez de cósmica energía.

Al vivir mi esperanza olvido todo
para entrar en el orbe del lenguaje
a descubrir su intimidad desnuda,
y poderles donar mis vivencias
la metáfora exacta
o el hallazgo adecuado de una imagen.

La riqueza mayor que yo concibo
se basa en alcanzar que mi poema
exprese, comunique
mi inquietud metafísica, mi asombro
ante la inmensa bóveda celeste
donde la luna, astros y planetas
avanzan suavemente,
como barcos de luz
que desde otro lejano firmamento
navegan y hacen rumbo
hacia la rada de mi pensamiento
y mi duda, la duda inquebrantable
que inquiere, que construye y que derrumba
dioses y mitos, dogmas y teorías,
hasta hacerme rodar en las tinieblas
como gota de lumbre en agonía.

Ella es mi esperanza, lo que tengo
para llenar mis horas de monólogos,
la que fundida con mi pensamiento
nunca me deja que me sienta solo.

Poesía inexpresada, que me remuerde
la conciencia como una deuda innata
que no me deja morir, ni vivir,
porque aún no he podido liquidarla...


Elías Nandino

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