lunes, febrero 13

Desenpolvando cartas

Carta
El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas
donde se apoya el recuerdo,
la gravedad de la ausencia,el corazón, el silencio.
Oigo un latido de cartas
navegando hacia su centro.
Donde voy, con las mujeres
y con los hombres me encuentro,
malheridos por la ausencia
desgastados por el tiempo.
Cartas, relaciones, cartas:
tarjetas postales, sueños,
fragmentos de la ternura, proyectados en el cielo,
lanzados de sangre a sangre
y de deseo a deseo.
Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra, que yo te escribiré.
En un rincón enmudecen cartas viejas, sobres viejos,
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.
Allí perecen las cartas
llenas de estremecimientos.
Allí agoniza la tinta y desfallecen los pliegos,
y el papel se agujerea como un breve cementerio
de las pasiones de antes,
de los amores de luego.
Aunque bajo la tierra mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra, que yo te escribiré.
Cuando te voy a escribirte emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.
Cuando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable tinta de mi sentimiento.
Allá va mi carta cálida, paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas y la dirección en medio.
Ave que sólo persigue, para nido y aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos,y el espacio de tu aliento.
Y te quedarás desnuda
dentro de tus sentimientos,
sin ropa, para sentirla
del todo contra tu pecho.
Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.
Ayer se quedó una carta
abandonada y sin dueño,
volando sobre los ojos
de alguien que perdió su cuerpo.
Cartas que se quedan vivas
hablando para los muertos:
papel anhelante, humano,
sin ojos que puedan serlo.
Mientras los colmillos crecen,
cada vez más cerca siento
la leve voz de tu carta
igual que un clamor inmenso.
La recibiré dormido,
si no es posible despierto.
Y mis heridas serán
los derramados tinteros,
las bocas estremecidas
de rememorar tus besos,
y con su inaudita voz
han de repetir: te quiero.
Miguel Hernández
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"Las cartas de amor
se escriben empezando
sin saber lo que se va a decir,
y se terminan
sin saber lo que se ha dicho."

Jean Jacques Rousseau
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Una caja, empolvada ya por el tiempo y por los escombros dejados por la guerra que el mundo a emprendido contra mi; y cuyo estandarte siempre ha sido el distanciarme de los recuerdos que traen tristeza por lo no dicho, lo no explorado, lo no conocido en mí y por la gran cobardía de no haber expresado mi sentir con mi voz, por el refugio que siempre encontré en la trinchera de una hoja de papel, de un poco de tinta y de mi propio delirar escrito.

La caja contiene varias cartas, postales, tarjetas... distintos remitentes, distintos tiempos; diferentes rostros, similar mirada en cada uno de ellos, dulces voces capaces de guardar silencio y de plasmar sus palabras en papel.
Al haberlas leído he sido moldeado, tallado y forjado por la mano de obra de su redacción, pero también, tristemente he sido fabricado por la fría maquinaria del odio y rencor que el espacio entre sus líneas me han dejado. Al final fui empaquetado como artesanía bélica con su detonante interno, siempre latente y dispuesto a herir primero, mucho antes que las potenciales manufacturadoras se dispusieran a atacar.
Todos esos escritos, aunque se encuentran guardados en esa caja, los llevo conmigo, los declaro en mi mirar, los transcribo una y otra vez en mi búsqueda por una conexión con algún otro ser humano.
La poesía ha traído a mi vida una tregua temporal en medio de las guerras cotidianas y ha fungido como un mirador al lado del camino recorrido. Ha representado una oportunidad de descansar y de sentir tranquilidad al contemplar la belleza de varios poemas y sus paisajes literarios, que sin querer han resucitado aquellos que he guardado en esa caja durante todos estos años.
Así había funcionado hasta que me encontré con este poema de Hernández, que hizo mucho más que resucitar esos paisajes; no solo reunió todos los sentimientos ahí guardados, sino que conmemoró el poder que posee la eternidad de la palabra escrita y mensajera, en transmitir sobre toda distancia, odio y rencor, lo sublime de la condición humana, pendiente siempre del ideal del amor.
"Carta", desenpolvó aquella caja con un fuerte soplido literario y redescubrió el noble propósito por el cual todos esos escritos me fueron algún día enviados.
También me presentó la idea de verme a mí mismo como una carta, guardada en un sobre un poco agujerado y pude también medir el depósito de la tinta que en varias transfusiones ha llevado el amor detonante, contenido en esos inseguros proyectiles que viajaron de pecho a pecho y de sangre a sangre.
A lo largo del poema pude sentir una ráfaga de viento dejada por las palabras, que como balas fueron disparadas a metralla, perforando y dejando entrever un contrapunto muy trágico, el opuesto total de cualquier romance, la presencia de la guerra.

En el poema, Miguel Hernández se desnuda como hombre, como un ser humano sin distinción de bandos, de etnias, de razas; un hombre en relación directa con su amada. Y como contraste la guerra, esa circunstancia que mata la bondad que existe en el hombre, que hace aflorar lo peor de cada individuo, el mal en estado puro. En el poema no se distinguen los dos bandos como en cualquier guerra, parece que los bandos son internos y son iguales, ambos sufren y por ambos se siente angustia.
La guerra vivida como una situación límite, donde el miedo que se siente ante la incertidumbre, es cauterizado por la búsqueda poética conquistadora de territorios, al ir encontrando recuerdos a los cuales aferrarse ante tanta furia, tanto horror y tanto infierno.
El paraíso perdido dentro del mundo es encontrado en el incesante resonar de la frase te quiero, la cual trasciende sobre la miseria humana, la desolación, la desesperanza, la guerra sin sentido y la profunda tristeza y angustia de pelear por algo sin valor.
En medio de una poesía desesperada y desolada, en medio de imágenes hermosísimas, existe la posibilidad de aprender a existir, equilibrada y desequilibradamente, entre polaridades interconectadas y no siempre integradas; la vida y la muerte, el amor y el poder, la paz y la guerra.
El poema guarda tal vez en una caja empolvada, la fiel utilidad de toda lucha perenne y cotidiana contra los obstáculos que me pone este mundo; y me advierte la derrota inminente, si es que no poseo un significado trascendente en lo que hago, en lo que digo y en lo que soy.
Necesito un para qué, una intencionalidad, una razón de ser. Sin eso mi vida es una pelea ganada por el enemigo, un papel para el olvido, un sobre que de tan agujerado que está, ya no podría contener la carta de mi existencia.
Sobre todo significado y propósito, necesito entintar mi amor al leer otras cartas guardadas en otros sobres, en otros corazones, en otras cajas empolvadas; y así aquella caja seguirá llenándose por dentro de vida, pero por fuera seguirá empolvándose de olvido y de nostalgia escrita, hiriente como proyectil disparado desde el pasado por fusiles de mis aliadas, encontrando oportunamente su blanco cada vez que las recuerdo, les escribo o les paso revista...
eric

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