Pero la juventud no se resignaba. Es indudable que se dan en el hombre dos potencias ocultas que luchan hasta la muerte. Una de ellas, clarividente y fría, se agarra a la realidad, la calibra, la sopesa y juzga el pasado. La otra está sedienta de porvenir y se lanza hacia lo desconocido.
Cuando la pasión arrastra al hombre, la razón le sigue llorando y advirtiéndole del peligro; pero, en cuanto aquél se ha detenido ante la voz de la razón, en cuanto se dice:
"Es cierto, soy un loco, ¿dónde iba?",
la pasión le grita: "¿Y yo, voy entonces a morir?.
Alfred de Musset (Francia, 1810-1857)
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